lunes, 8 de junio de 2015

ABRANCITO

ABRANCITO                                                                                   (de mi cuaderno borrador)

El joven que instalaron en nuestra habitación dijo llamarse Abraham Schnitman.
Don Fracisco Chas lo llamó Abrancito. Lo trataba con cierto paternalismo. 
Una de las tres hijas del matrimonio Lugrén, dueños de la casa de pensión, me dijo que don Francisco estaba separado de su esposa e hijos. Eso me abstuvo saber el por qué de esa actitud hacia ese chico. Quizás le hacía recordar a sus hijos. 
A dos semanas del ingreso del joven a  su trabajo, durante uno de los almuerzos, el bueno de don Francisco lo estimuló a que contara algo de su trabajo.
  - Los clientes piden mezclando los artículos de almacén, de ferretería, de bazar, o materiales de construcción. Una mujer me pidió clavos de olor y me fui a la sección ferretería. El contador me vio revisando los cajones de los clavos y me preguntó qué buscaba, cuando le dije "clavos de olor" me dijo que están en la sección almacén porque es un condimento y agregó- enseñales a los clientes que pidan por separado lo de almacén, y después lo de otros sectores. 
  - Cuéntese algo divertido. (Don Francisco no tuteaba a nadie, ni a los nenes).
  - ¡Ah, sí! Un día vino una alemanita que no tendría más de 25 años. Me pidió una bacinilla grande. Mientras subía la escalera, las bacinillas están en el último estante, le eché una mirada para calcularle el tamaño de su trasero. y le bajé una mediana
  - ¿Está bien ésta?
  - No, quierrro una grrande.
Elegí una que tenía unos 35 centímetros de diámetro. La agarró sin envolver y se fue hasta donde está Epstein en la caja. cercó Habló al señor Epstein y al irse lo saludó con un guten morguen, bis bald. Me dijeron que es buenos días, hasta pronto, en alemán.
Cuatro y a veces cinco ganaderos vienen todos los días a lo de Blaistein y conversan entre ellos. Cuando entró la alemanita todos le prestaron atención.
Al día siguientes trajo la escupidera tapado con un mantelito y se la entregó al señor Epstein, él la pesó y me la dio para que pase la manteca a una fuente que debía poner en la heladera. Epstein pesó la bacinilla y anotó en elcuaderno de cuentas corrientes cuanto le acreditaba por su entrega. La alemanita lo saludó con otro guten morguen.
  - Le hubieras preguntado si le da un doble uso a esa escupidera -dijo uno de los ganaderos. 

                                                                            * * *    loscuentosdeoscarpascaner.blogspot.com.ar         

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