miércoles, 11 de mayo de 2016

JUANCHO SALDIVIA

JUANCHO SALDIVIA, MI AMIGO                                                  
                                                                                          Recreación de un relato escrito en el año 1938.


El señor Saldivia llegó a la Estación Gobernador Domínguez en 1938 para cubrir el    cargo de auxiliar, que quedó vacante por el traslado de Ambrosio Giménez.                
(Años  después, A. Giménez fue Secretario General de la Unión Ferroviaria, el mejor de toda la trayectoria).   

El señor Saldivia y su familia llevaron parte de sus equipajes a la casa en la que se     instalarían (a sesenta metros de la nuestra, que era la adosada a la estación, porque mi      padre, por ser el Jefe de esa Estación debía vivir en ella).                                                                                    
Me acerqué al chico que quedó junto a los bultos que aún quedaban, y le dije:           
- Soy Oscar, tengo nueve años.                                                                                       
   - Y yo Juan, me llaman Juancho. Cumplí los nueve el 5 de agosto.
   - Yo también tengo nueve, los cumplí el 28 de agosto.  
   - El día que los cumple doña Juana.   
   - ¿Quién es doña Juana?
   - La señora que nos atiende. Mi mamá falleció cuando yo tenía cinco años.
   - ¡Uh! ¿Querés ser mi amigo?
   - ¡Claro que sí! ¿Dónde vivís?
   - Aquí mismo, en la casa adosada a la estación.       
   - ¡Ahhh! ¿Sos hijo del Jefe?
   - Si; tengo un hermano un año mayor y una hermana menor.
   - Yo tengo dos hermanas; una es mayor que yo, y la otra es menor.

Hubo una pausa en nuestra conversación. Juancho señaló el Elevador de Granos. 
   - ¿Qué es eso? 
   - El Elevador de Granos. Ahí, y en estos galpones se acopian granos y semillas, que luego se cargan en vagones que van al Puerto de Buenos Aires, a Concordia y al Paraguay. 
Mi nuevo amigo hizo un gesto de incredulidad. Lo entendí, la estación del Km 232, (posteriormente denominada Alberto Gerchunoff) en la que había vivido no era más que un desvío para los trenes a o de Uruguay, y a o de Gualeguaychú, que no operaba con cargas ni encomiendas; en cambio, la de Domínguez, situada en la línea principal del Ferrocarril Entre Ríos, empalmaba al sur con el Ferrocarril Central Buenos Aires, y al norte con el Ferrocarril Nordeste Argentino que llegaba a Posadas, y, después del cruce del río Paraná en ferri boats, el Ferrocarril Central Paraguayo, llegaba hasta Asunción del Paraguay.

El día siguiente, mi hermano iba a la escuela con mi hermano Guillermo por la vereda que bordeaba la lonja de tierra de 200 metros, (parte de los campos de Aurelio Jorge), que había entre la estación y la ruta 12, cuando sentimos que alguien corría. Al ver que  era Juancho nos detuvimos. Juntos cruzamos la ruta 12 y ya en el pueblo de Villa Domínguez seguimos las dos cuadras para llegar a la escuela. 
Nuestra escuela tenía de 1° a 6° grado; privilegio de los pueblos con ochocientos, o más habitantes. En los pueblo con menos habitantes sólo había de 1ro a 3er grado. 
La mayoría de las escuelas de Entre Ríos dependían de la Provincia; otras pocas, de la Nación. Las escuelas de las colonias fundadas por la Empresa de Colonización Agraria del barón Mauricio de Hirsch, eran solventadas por esa entidad.

Esa tarde invité a Juancho a conocer el pueblo. La calle de la estación al pasar la ruta tenía po nombre San Martín. Seguimos por ella, que tenía varios locales comerciales. Yo le iba diciendo el rubro y el nombre de sus dueños. 
Al llegar a la Plaza San Martín Juancho se detuvo asombrado, quería captar, en toda su amplitud, la belleza de las formas y colores del follaje de las plantas que había en los cuatro sectores de esa plaza, determinados por las dos veredas que la cruzaban de Este a Oeste y de Norte a Sur y la vereda perimetral de esa plaza circular. 

Cuando consideré oportuno le comenté:   
  - Esta plaza circular tiene doscientos metros de diámetro, esta vereda acompaña todo su perímetro, sus baldosas son iguales a las de las otras veredas que la cruzan.  - ¡Nunca ví algo tan lindo! -dijo Juancho.
  - Es mérito del jardinero Moyano. Lo contrató mi padre, que es el Presidente de la Junta de Fomento, y le pidió que haga de esta plaza la más linda de la provincia.
   - No conozco otras, pero no creo que haya otra más linda.
   - Ésta es más linda que la de Villaguay, .   

 Así comenzó nuestra hermosa amistad.
 Hicimos una canchita de fútbol en el terreno que había entre su casa y la nuestra.      Después, la cancha para jugar a las bochas. Junto a esa cancha de bochas Juancho  me entregó una torta criolla con abundante azúcar negra y con repulgue alrededor.
  - Pero... ¿Por qué? -exclamé.
 Mi amigo me miró con mirada franca, lecantó sus hombros como diciendo - No sé -y   dijo: - Cuando ví a doña Juana amasando le pedí que haga una más para vos porque  quería regalártela. Está horneada en el horno de barro.

Unos cuantos años después, estando de visita en Buenos Aires, mi hermano fui con mi hermano Guillermo, que ya se había establecido en la Capital, a visitar a uno de sus ex condiscípulos de la escuela primaria de Domínguez. Allí se hallaban otros ex condiscípulos que se habían mudado a Buenos Aires.  
Entramos a recordar. Ese tema nos llevó a qué regalos de la niñez nos impactó más. 
  - Y a vos Oscar ¿cuál fue el regalo que más te impactó? 
  - Una torta criolla con azúcar negra hecha en horno de barro, que me regaló mi amigo Juancho Saldivia.
  - ¿Más que la colección de veinte tomos de "El Tesoro de la Juventud" o el mecano de seiscientas piezas? -preguntó sorprendido Marquitos.
  - Es que me la entregó con un gesto muy elocuente que interpreté como promesa de amistad imperecedera, y así es, Juancho es mi mejor amigo... y lo será de por vida.

Mientras estudiaba para maestro, supe que mi padre había solicitado al Ferrocarril que necesitaría un practicante para cubrir el vacío que quedaba cuando los auxiliares tomaban su franco semanal. Solicité ese empleo y me lo adjudicaron. Poco después de mi ingreso al Ferrocarril, Juancho ingresó como empleado a Correos y Telégrafos. La año de mi ingreso al Ferrocarril comenzaron a mandarme de una estación a otra para relevar a empleados con licencia. Eso hizo que nos veamos espaciadamente. 
Uno de sus nietos, Daniel, se comunicó telefónicamente conmigo para invitarme a la reunión familiar que harían en Domínguez para festejar los 70 años que cumpliría Juancho.  Yo no lo conocía, pero él sabía de nuestra fraternal amistad.  
Fui con mi hijo Aldo. Cuando Juancho estaba llegando al salón en el que le harían el festejo,  me "pegué" a la pared en la que estaba la puerta de entrada al salón para no distraer su atención de la sorpresa que le darían sus familiares que lo aguardaban junto a las mesas rebosantes de fuentes con empanadas, otras con enorme cantidad de fetas de salame de Caroya y muchas otras exquisiteses. Sería una gran sorpresa. Juancho no sabía lo que le aguardaba. 
No fue fácil convencerlo apartarse de su camino habitual para llegar al salón.
Ingresaba al salón y dirigió su mirada hacia donde yo me encontraba, bastante distante de él y algo más atrás... y se me vino encima malogrando lo preparado por sus familiares. Ni él, ni yo, pudimos contener las lágrimas que nos turbaron la visión. Y me obligó a sentarme junto a él y... sus familiares pasaron a segundo plano. 
Yo me sentí incómodo por la situación que creó mi presencia. Fue en vano todo lo que le insistí para que comparta con su familia el agasajo que le prepararon. 

Desde entonces, nos desviábamos de nuestra ruta cada vez que iba con mi esposa a las Termas entrerrianas de Colón. para pasar por Domínguez y abrazarlo a él y a su buena esposa.

El 24 de mayo de 2015, viajé con mi hijo y mi nuera a Domínguez. El Club Libertad y el Hospital Noé Yarcho, organizaron el primer reencuentro de los "dominguenses". Allí me reencontré con mi querido amigo Juancho y paré  en su casa, como lo había hecho en otras oportunidades. 

El día siguiente, 25 de Mayo de 2015, se festejaría la Fiesta Patria con actos de hondo contenido patriótico (como siempre se hizo en Domínguez, mi pueblo natal).
Ese 25 de Mayo de 2015 sería especial para mi amigo; compariría el palco de las autoridades de Villa Domínguez, un pueblo de la Provincia de Entre Ríos. 



 

Juan Saldivia, 1er concejal y Vice Intendente Municipal de Villa Domínguez, junto a una alta funcionaria del Gobierno de Entre Ríos se aprestan a colocar una ofrenda floral al pie   de la estructura del mástil de la Plaza San Martín, en la que ondea la enseña patria.  



                    Gauchos Entrerrianos participando del festejo de la Fechas Patria.
                     Oscar Pascaner saludando a los gauchos entrerrianos.


     Alumnos de la escuela primaria bailando una zamba. 
     Los chicos con camisetas celestes pertenecen a la movida deportiva del Club Libertad.


      





  






      Juan Saldivia y Oscar Pascaner 
           78 años de leal amistad.
 El último emocionado abrazo de dos buenos amigos.
Mi amigo Juan Saldivia falleció el 23 de mayo de 2016     

                                                               * * *
                                                                                                                                                       l             oscuentosdeoscarpascaner.blogspot.com.ar             




















2 comentarios:

  1. Hermosa la historia y las fotos!
    Muchos cariños
    Analía

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  2. Querida Analía: Agradezco tu comentario. Por pensar en vos y en tus palabras, considero que vale agregar algunas líneas para contar qué me llevó a retomar el acordeón después de muchos años.
    Te quiero muchíiiiiisimo.

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