martes, 14 de abril de 2015

DEL OTRO LAO DE LA VÍA

Hijos de humildes trabajadores en los galpones acopiadores de granos del predio ferroviario de la Estación Domínguez, de la que mi padre era Jefe, y nosotros habitábamos la vivienda adosada a ella, eran mis compañeros de escuela, de fútbol, de pelota de mano contra el frontón, de juego de bochas.   Sé de  su nobleza, y esta poesía hace culto a la nobleza de esa noble gente pobre pero noble. 

                                                                                                               

DEL OTRO LADO DE LA VÍA                                                 Edilio Oscar Machado   (resero y tropero) 


- Ayer te he visto rumbiando 

pal otro lado de la vía.                          
Ya sabés que yo no quiero
q
ue andés con esa gavilla.

¿Qué amigo podés contar
que viva en la ranchería?
Vos sos un hijo de López
y a mí, mucho se me envidia,
¿qué ganás con esa gente
del otro lado de la vía?"

La madre salió en su ayuda:
- Lo mandé por la Florinda
para que venga a lavar
porque ando con fatiga.


El hijo le agradeció
la bondad de esa mentira
y despacio dijo al padre:
- Es inútil que me riñas
allí tengo mis amigos
y una novia que es divina". 


Don López había emplumado,
cuatro camiones tenía
y una yunta de parejeros
que no conocían la gramilla.


Un domingo, en otro pueblo,
ganó su oscuro "el Hormiga".
Se entretuvieron un rato
festejando en la cantina,
y cuando subió a su auto
la pampa estaba dormida.

Le gustaba correr fuerte
y el coche le respondía.
La noche ocultó el martillo
de la estancia "La Atrevida".
Don López sintió el volante
anidarse en sus costillas.


Él recibió la peor parte,
pero la suerte fue amiga.
Los levantó un camionero
si no, para siempre se iba.

Quince días lo cuidaron
y le salvaron la vida.
¡Benditos sean los doctores
con esa misión tan linda!

Ya quiere andar a los gritos
pero su mujer lo mima
y le dice: - Mirá viejo,
ahora que todo es sonrisa
tengo que decirte algo
así mi frente se alivia.

No quiero sentirte más
despreciar las cosas lindas
y menos negarle al hijo
que él busque su compañía.
Porque si hoy tenés la suerte
de ver el sol que te abriga,
hubo que buscar cien venas
y ahí la plata no camina;
toda esa sangre vino
del otro lao de la vía.


Clava su vista en el suelo
y todo su orgullo emigra.
Él, que quería olvidar
que de ese lado venía,
lo llama al hijo y le dice: 

- "Traeme a tu prometida,
y por favor, cuando llegues
a esa criollaza guarida,
¡mil saludos a esa gente,
del otro lao de la vía!"

              * * *                                                                             POR 

                                                                           


                                                                              loscuentosdeoscarpascaner.blogspot.com.ar    

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