lunes, 21 de julio de 2014

Félix Villagra

     Aunque parezca ficción, doy mi palabra de honor que es real, sin un ápice de exageración.      

 Félix Villagra conducía el carro playero de don Pascual Martínez. Su trabajo era cargar en el carro las mercaderías llegadas por tren a la Estación Domínguez del Ferrocarril Entre Ríos, y transportarlas a los comercios consignatarios
Villagra ganaba lo suficiente como para tener una casa de material y un vida digna, pero él, como otros de sus congéneres, preferían gastar gran parte de su dinero en el bar  y seguir en su rancho de barro, techo de paja y piso de tierra.  
Eso le valió el apelativo de "Febrero". (ninguno de los dos tienen días frescos).            
Un día, entre diversas mercaderías, llegaron gran cantidad de cajas de yerba mate, 
Félix Villagra las cargó en el carro formando una alta estiba. Sentado sobre ella instó a los caballos para que inicien la marcha. A unos cien metros de la Estación Villagra cayó hacia adelante con poca fortuna; una rueda del carro lo pasó por encima.
En el Hospital del pueblo confirmaron que tenía fractura de cadera.
La Compañía de Seguros lo trasladó a un Sanatorio de la ciudad de Gualeguay.
Don Pascual Martínez lo reemplazó provisoriamente con otra persona. 
Mi padre, (Jefe de Estación Domínguez), era informado por don Pascual Martínez las noticias sobre la rehabilitación de Félix Villagra.

Desde cierta distancia observé a mi padre conversando con alguien que no pude reconocer. Al acercarme lo vi a Félix Villagra bien vestido, su piel más clara y su nariz no enrojecida. (Consecuencia de los baños, y abstención de vino.)
  - Quedate muchacho. Le estaba contando a tu padre lo que pasé en el Sanatorio. 
Retomó su relato con el modo de expresarse que tienen los menos ilustrados. 
  - Como le iba diciendo Jefe, me sacaron tuita la ropa y hasta mi cadenita con la cruz. Una enfermera lindaza me refregó todo el cuerpo con cepillo hasta escaldarme la piel. Dispués me enyesaron y me pusieron una camisa corta que no tapaba ni las partes íntimas. Después de acostarme en la cama, me colgaron las patas de unos aparejos sujetaos al techo. Ni sé cuántos días estuve con las patas colgadas, jueron muchos. Pa´ hacer las necesidades me ponían una chata enlozada. Dispués comenzaron con lo que llaman rebilitación. ¡Me hacían doler! Mire que soy curtido pero eso jué julero. Pior jué cuando me hacían caminar agarrao a unos caños. Poco a poco comencé a dar pasitos cortos agarrao a los caños. El día que le pedí la chata a la enfermera dijo:   - ¡Se acabó la chata, ahora camina, ya lo acompaño al baño!
  ¡No quiero bañarme, tengo otra necesidá! le dije. Y me llevó a un cuarto con baldositas blancas brullosas en las paredes y artefatos también blancos brillosos.   
  - ¿Ande está el pozo? 
  - Aquí no hay pozo, se hace ahí, me dijo indicando una hornallita blanca.
  ¡Pero mire que le voy a ensuciar la hornallita!
  - ¡Ensucie nomás y después tire la cadena! -dijo cerrando la puerta.
De endeveras jefe, le juro que no había pozo. Me dijo que haga en la hornallita y ¿qué iba a hacer si no había pozo? Le hice en la hornallita acomodándome como pude. Me quedé pensando en lo que dijo, que tire la cadena, ¿mi cadenita con la cruz? Esa la me sacaron cuando me desvistieron. ¿Por qué quiere que la tire? Me la dejaron en el cajón de esa mueblecito que está junto a mi cama. No la voy a tirar, la tengo de cuando era chico. Voy a sacarla de ahí y guardarla con mi ropa. 
Cuando busqué papel de diario no lo ví por ningún lado, ¡qué descuidaos! ¿No saben que se necesita? En eso descubrí al costao, metido en la paré, entre las baldositas, un rollo de un papel finito, lo usé como si juera papel de diario, total nadie va saber.  
Cuando quise levantarme de la hornallita me agarró dolor de cadera y no alcancé la pileta, el dolor de no me dejaba estirarme. Buscando de ande agarrarme vide una cadena que colgaba de un aparato amurao cerca del techo. Me prendí a esa cadena, cuando hice juerza pa´ levantarme se aflojó y me largó unos chorros de agua que me lavaron las ancas. ¡Por eso no había papel de diario por ningún lado!
¡Esa gente de ciudá se lavan las ancas con ese aparato! ¡Cosa de locos! ¿no? 

                                                         * * *                   loscuentosdeoscarpascaner.blospot.com.ar

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