lunes, 21 de julio de 2014

HOMENAJE A MI ESCUELA

HOMENAJE A MI ESCUELA N° 11 ISIDORO SUAREZ de VILLA DOMÍNGUEZ.

Grata sorpresa fue recibir invitación para el acto conmemorando la fundación de mi querida y nunca olvidada escuela primaria de Villa Domínguez, Entre Ríos. 
El folleto, adjunto a la invitación anunciaba reencuentro de compañeros, discursos, números artísticos, asado y baile en el patio de la escuela. 

¡Había transcurrido tanto tiempo desde aquel 1942 en que terminé el sexto grado! 

Con cierta regularidad viajaba con mi esposa e hijos Domínguez, mi pueblo natal de la Provincia de Entre Ríos. Allí vivía la familia de mi esposa y muchos amigos. 


Esa invitación fue un buen motivo para ir (o volver) al pueblo de mi niñez.
  
El día de la reunión me encontré en el patio de la escuela con varias de las que fueron mis maestras, con condiscípulos y antiguos conocidos
La emoción me colmó de abrazos, sonrisas y lágrimas. 
           
Al día siguiente, aún con la emoción a flor de piel, propuse a mi esposa y sus padres visitar la vecina ciudad de Villaguay, cabecera departamental.
En el viaje sintonicé la radio del auto en la frecuencia de  LT 27 ”La voz del Montiel” de Villaguay, que trasmitía, mayormente, música de la región mesopotámica. 
Entre tema y tema el locutor comentaba el acto de la escuela primaria de Domínguez.   
Tiempo atrás había escuchado, durante una siesta, en estado de somnolencia, un poema sobre esa temática. Luego traté de reconstruirlo con retazos de ese verso y adaptaciones a lo que fue mi escuela. Asi armé una melange que intenté recordar escudriñando los más recónditos escondrijos de mi memoria aquel la e un verso relacionado con esa temática que escuché mientras dormitaba. una siesta .con los que retuvo mi memoria, de una poesía de esa temática que escuché en un programa folclórico mientras dormía una siesta sabatina.
Detuve el auto frente al edificio en el que estaba la emisora de esa radio. Caminé hacia la entrada tratando de recordar mi modesta reconstrucción de esa poesía.  
En la hoja de papel que me suministró el atento recepcionista fui escribiendo lo que iba recordando. Entregué ese manuscrito al recepcionista pidiéndole que se lo dé al conductor del programa que estaba saliendo el aire. 
Me pidió que aguarde. Desapareció tras una de las puertas que había en ese recinto.
Salió un minuto después.
  El conductor lo quiere en la sala de trasmisión.
Ingresé sin imaginar a lo que me exponía.

El locutor, que estaba hablando por el micrófono me indicó una de las sillas que había frente a él. La locutora que lo acompañaba me brindó una sonrisa.

 - En este momento ingresa a nuestro estudio una persona que nos hablará del acontecimiento que vivió el pueblo de Domínguez al festejar un nuevo aniversario
de la fundación de su escuela primaria. -oí decir al locutor y el micrófono de caña, suspendido de un soporte sujeto al cielo raso, apareció ante mí por el envión que le dio ese locutor del que, por lo vertiginoso de esa situación, olvidé pedir su nombre.                 
  - Preséntese ante nuestra audiencia y hágales conocer esa poesía.
   Mi nombre es Oscar Pascaner, terminé el sexto grado en la escuela de Domínguez en el año 1942. La poesía, a la que usted se refiere, es algo una que rearmé con retazos de la que leyó Jorge Acuña, conductor de un programa folclórico de una emisora de la ciudad de La Plata, que escuché un sábado, mientras dormía la siesta.
Mi intención era que la lea usted, yo no soy decidor de poesías, pero su gesto es por demás convincente. Disculpe la audiencia por atreverme a leer esta imperfecta reconstrucción de lo que era una linda poesía de un marplatense apellidado Sarmón. La tituló: "A tí que no te importa".
          
                    A ti, que no te importa 
                la historia de tu escuela
                ni esas viejas campanadas  
                que suenan siempre nuevas.

                A ti, que no te importa 
                la fe de tus maestros,
                sus sueños e ilusiones, 
                su luz y su sapiencia.
  
                A tí que no te importa 
                si el que te enseña sueña,
                si el que te enseña sufre...  
                escucha:
  
                Por más alto que subas, 
                siempre habrá un minuto
                para volver al llano y allí, 
                desde tus cosas,
                sublimes o tremendas, 
                añorarás el aula, 
                el busto de Sarmiento, 
                el mástil, la bandera.

                Ahora, ya no tienes 
                fervor de niño, 
                ni aromas de pupitre,
                ni rasgos de inocencia, 
                no vale que llores en seco,         
                nada justifica tu protesta.

                Cuanto más alto subas,  
                no importa qué escalera, 
                si no te arranca un llanto  
                la sombra de tu escuela...
                irás hacia la muerte 
                ¡y morirás de muerte!

                                                                                                                                                                        * * *                                                                                                                                                  loscuentosdeoscarpascaner.blogspot.ar  

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