martes, 29 de julio de 2014

ANÉCDOTAS DE MI TÍO LEÓN

ANÉCDOTAS DE MI TÍO LEÓN

León aprendió de su padre inmigrante el duro oficio de ser un buen agricultor. 
Poco antes de casarse con Manuela, León adquirió 150 hectáreas de tierras fiscales en la Colonia Oficial N° 5, ubicada en el departamento Concordia de Entre Ríos. 
Esas tierras, algo pobres en humus, no se consideraban aptas para agricultura, pero sí eran aptas para la cría de ganado bovino. 
León consideraba que la agricultura era para guapos, la ganadería, para flojos, 
  - "El que trabaja es el toro" -era su manera de decirlo.

Después de años de hacer agricultura con exiguos resultados y la ingrata tarea de levantarse con el lucero para ordeñar las vacas y obtener la leche que a alba llevaba a la Estación Pedermar para despacharla a Concordia en el tren lechero, mi tío aceptó la propuesta de un hermanos y su cuñado que si se hacía cargo de atender el cultivo de arroz que harían en un campo que lindaba con el arroyo El Rabón recibiría la tercera parte de la producción. 
Tres años después, cuando habría que buscar un nuevo campo para sembrar arroz, mi tío decidió hacerlo por su cuenta en una zona más rica en humus.  
En ese intento se contactó con el Doctor Kreiselburd, dueño y Director del Diario "El Día" de la ciudad de La Plata. Ese buen hombre le arrendó ofreció su campo y le alquiló la vivienda que tenía en el pueblo cercano, Villa Clara. 
Mi tío León, con su esposa y sus dos hijos se mudaron al mencionado pueblo. 
Villa Clara tiene las características de otros pueblos de Entre Ríos en los que se radicaron inmigrantes europeos. Muchos de ellos se dedican a la agricultura y la cría de bovinos que le dan leche, y equinos, para usarlos en labranza y transporte.
Dado que el campo del Dr Kreiselburd no limitaba con un arroyo que lo abasteciera para el permanente bombeo de agua, porque el arroz se cultiva en suelos inundados.
Vale insertar una acotación. Para determinar por dónde pasa un río subterráneo con buen caudal, mi tío contrató un rabdomante (la rabdomancia es un método para detectar ríos subterráneos mediante una vara de árbol). Mi tío lo relató así:
 - El rabdomante vino con una rama de sauce en forma de horqueta. Recorrió la parcela en distintas direcciones. Donde "sentía" vibrar la rama demarcaba el lugar de mayor vibración. Así marcó cinco puntos que eran por corrían ríos subterráneos. 
Después contraté un topógrafo mediante el teodolito hizo un plano con el esquema Para la construcción de las taipas, que son muros de barro con paja que mantienen el nivel del agua. No menos de 90 días debe permanecer inundado el campo de arroz. Las bombas extractoras de agua trabajan permanentemente, con el consecuente gasto de combustible y los peones que las vigilan durante las 24 horas. 

Guillermo César, el hijo mayor León y Manuela, les propuso hacer un almacén en el que recibirían en pago verduras, hortalizas, frutas, huevos, quesos, manteca, miel, dulces, chorizos y otros fiambres que cultivan o elaboran chacareros de esa zona. 
No los hacen en cantidad como para vender esos productos por el costo de los envases y las complejidades de comercializarlos. Los hacen en cantidades limitadas, la necesaria para el consumo familiar. 

El emprendimiento del "Almacén La Nueva Estrella" fue exitoso, más de lo esperado. Ya se había puesto el sol y había varios clientes en el local cuando Guillermo César le dijo a su empleado Pichón Forclaz que cierre las puertas del almacén y pase por lo de Payo y le diga que venga a pagar su deuda y traiga los envases de cerveza.      
Pichón dejó sólo abierta la puerta lateral que da al patio en el que doña Manuela se hallaba en compañía de su sobrina política Katy y la hermanita de ésta.

Don León, que, por emular las virtudes de los gauchos entrerrianos viste a su semejanza: bombachas de campo, pañuelo al cuello con nudo galleta, cinto ancho con monedas, en el que calza facón con mango y vaina chapeados en plata, estaba acodado en el mostradorcito semicircular del rincón destinado al despacho de bebidas por copas, con una botella de ginebra que bajaba trago a trago. 
Su hijo terminó de atender al último cliente cuando súbitamente ingresó Payo por la puerta que da al patio, cercana al sitio en el que está el mostradorcito del despacho de bebidas. Payo, visiblemente alterado, enfrentó a Guillermo César.   
 - Tu empleado me reclamó a toda voz, ante mis clientes, que venga a pagarte y devolverte los envases de cerveza.
 - Calmate. Necesito los envases vacíos para reponer el stock de cerveza, si no los devuelvo, no me la venden. 
 - ¿No entendés que estoy caliente por lo que hizo tu empleado? 
 -  ¡Sí que entiendo! ¡Yo lo mandé a recordarte que me debés y tenés que pagarme!
 -  Tu empleado me hizo pasar vergüenza.
 - ¿Qué vergüenza? Si la tuvieras ya me hubieras pagado y devuelto los envases. 
 - ¡No te pagaré ni te devolveré los envases por la vergüenza que pasé!

Don León, que seguía acodado en el mostrador, con voz calma, le dijo desde allí:
  - Escuche mocito. Venga fresco mañana, traiga los envases y el dinero que debe. Ahora discúlpese con mi hijo por su mal comportamiento.
   - Este no es asunto suyo.
   - Si es asunto mío. Yo me encargo de cobrarle a los tramposos como usted.  
   - ¿Se hace el guapo por llamarse León? Usted no es más que un león de papel.
  - Escuche bien. Váyase ahora y venga mañana con lo que debe y los envases. 
 - ¿Qué?¿Me golpeará? Sepa que tomé lecciones de boxeo -hizo fintas y el gesto de invitarlo a acercársele.        
León fue hacia él con su cuerpo erguido, característica de cuando toma ginebra. 
El desafiante bajó los brazos y en atrevida provocación estiró su cuello ofreciéndole su mandíbula. Justo ahí se estrelló el puño de mi tío y dando media vuelta volvió a acodarse en el mostradorito semicircular próximo a la puerta que da al patio. 
Payo se quedó tambaleando entre me caigo y no me caigo. En su semi inconsciencia
el vapuleado creyó ver su escapatoria en la puerta lateral por la que ingresó, sin tener en cuenta que ahí, junto esa puerta, en el mostradorcito del bar, estaba quien lo atontó de un puñetazo. 
Estaba por llegar a la puerta, cuando un planazo en la espalda, con la hoja del facón del que él llamó león de papel, lo hizo doblarse dando un fuerte quejido. 
  - ¡¡¡Ayyy!!!   
  - ¡Esto es para que te acuerdes del león de papel!   
  
No había terminado de contarles a mi tía, a mi esposa Katy y a su hermanita lo que había ocurrido dentro del local cuando sonó el teléfono. Mi primo atendió.
  - Papí, es el comisario. Dice que allí hay un hombre que lo acusa de haberle ladeado la mandíbula de un puñetazo. 
  - Decile que me lo mande que yo se la voy a enderezar.

El día siguiente, a las seis de la mañana, llegó el deudor con el dinero y los envases. En horas de la mañana y por la tarde, otros morosos cancelaron sus deudas.
Días después contó Ricardo, el hijo menor de León y Manuela, que la maestra les pidió a sus alumnos que relaten alguna vivencia que les haya dejado una moraleja. La hija de un granjero dijo que su padre cargó en la camioneta dos cajones con 60 docenas de huevos. Durante el trayecto de la granja al pueblo se cayó uno de los cajones y se rompieron las 30 docenas de huevos. La moraleja sería asegurar bien la carga que se transporta
Mi primo Ricardo pidió contar su anécdota.
  - Mi padre se disponía a salir en su camioneta descapotada para llevar un repuesto para una de las bombas de agua de su arrocera. Como hacía mucho frío, mi madre le dijo que se abrigue bien. Mi padre le respondió que llevaba una botella de ginebra para abrigarse por dentro. Al regresar nos contó que detuvo la marcha porque había unos postes de alambrado en el camino. Cuando se bajó para sacarlos aparecieron tres tipos que intentaron robarle el auto. Mi papá los golpeó con uno de los postes y logró evitar que lo roben. 
   - ¿Y cual es la moraleja? -le preguntó la maestra.
   - ¡No se metan con mi papá cuando toma ginebra

                                                                  * * *

Mi tía Manuela se hallaba en la puerta de su casa atendiendo hablando con la vecina cuando pasó su mi tío León, en su Chevrolet 28.  
  - Tengo que hacer reparar una pieza. -dijo al pasar levantando la voz. 
  - ¡Tendré listo el mate!  

Dos horas después regresó con la mano izquierda vendada y el brazo en cabestrillo. 
  - ¿Qué te pasó? -preguntó mi tía alarmada.
  - Perdí dos dedos
  - ¿Cómo que los perdiste?
  - Me los trituraron unos engranajes de la cosechadora y me los corté.
  - ¿Por qué te los cortaste?
  - Porque me quedaron colgando.
  - ¿Con qué los cortaste? 
  - Con mi facón.
  - Te los podían reimplantar. 
 - ¡Ya está! Un barquinazo de la cosechadora me hizo perder el equilibrio y para sostenerme manotée y unos engranajes me agarraron la mano. 
  - ¿Qué dijo el doctor? 
  - Que vaya a Buenos Aires a ver un especialista en manos.
Días después, con su brazo en una cuna ortopédica, se hallaba en el teatro Buenos Aires asistiendo a un espectáculo revisteril. La sublimación de los sentidos que da la vida campestre, le posibilitó detectar el olor a humo. Se dijo: Saldré tranquilo para salvar mi mano de los apretones. Ya en la vereda, frente al teatro, detuvo un taxi y le pidió que lo aguarde un minutos. Reingresó al hall, abrió el cortinado y gritó ¡FUEGO! y se apresuró en subir al taxi.

Al llegar a casa de los familiares donde se alojaba contó lo sucedido. Encendieron la radio y escucharon la noticia del incendio que consumía al teatro Buenos Aires.  
Los diarios matutinos publicaron fotos con el incendio del teatro diciendo que un desconocido había dado la alarma. Gracias a él no hubo víctimas.

                                                                 * * *

Mi tío León regresó a su hogar sin los dedos medio y anular, el índice le quedó tieso. 
El pulgar y el meñique conservaron la movilidad; los usaba para sostener el cigarro 
de hoja, (versión económica de los habanos) que fumaba habitualmente.  
Días después concurrió a un remate de hacienda, sin intención de comprar.

 ¿Su nombre señor?
  - ¿Para qué quiere saberlo?
  - Por ser comprador de este lote de novillos.
  - Yo no los compré. 
  - Usted levantó su dedo cuando puso el cigarro en los labios.
  - ¿Y? 
  - Eso es una seña. 
  - Mi dedo índice me quedó tieso en un accidente.
  - Esa excusa no le exime de ser el comprador.
  - Bájese de ahí o subo a mostrarle mi dedo tieso y el facón con el que me corté los otros dedos que me estropeó un engranaje de la cosechadora.
  - Está bien señor. Disculpe mi confusión. 

                                                                     *  * *                                                      

Ya había referido que mi tío se sentía orgullosamente gaucho, y su vestimenta de bombachas, pañuelo al cuello, cinto ancho con monedas y rastra, era habitual en él. 
No recuerdo qué evento familiar requería que fuera de traje. ¡Cuánto habrá insistido mi tía Manuela para que se lo compre! Y lo hizo con bastante anticipación. Optó un traje negro sin chaleco. Ahora sólo quedaba aguardar que llegue la fecha en la que lo estrenaría. Pero mientras tanto ocurrieron dos hechos en el pueblo que no pasaron desapercibidos: llegó un nuevo Jefe de Correos. Su esposa era una linda mujer y se había programado un baile en el salón social. 
Mis tíos León y Manuela asistieron luciendo sus mejores ropas, mi tío estrenó su traje negro y consideró oportuno invitar a la esposa de Jefe de Correos que baile con él un tango. Mi tío lo hacía bastante bien, especialmente cuando dejaba su pierna izquierda atrás y el brazo en la cintura de la compañera la guiaba haciendo un ocho.   Fue en ese momento que mi tía Manuela vio que en la entrepierna del pantalón había quedado una etiqueta blanca de regular tamaño y sin titubear dejó su asiento y con un manotón intentó quitársela, fracasando porque el ritmo del tango hizo que mi tío haga un giro dejándola indecisa a mi tía en medio de la pista semi agachada y con el brazo extendido.      







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