por Luis Domingo Berho
Interpretada por un gaucho en la sobremesa de un asado en la chacra de mi tío León.
El sitio en el que jué esa chacra, / una de las más famosas,
en las noches silenciosas, / según cuenta el vecindario,suele ser el escenario / donde pasan muchas cosas.
Hombres viejos de la zona / comentan que el chacarero
supo ser un extranjero, / gringo bastante gauchón,
hombre de buen corazón, / pero enérgico y severo.
Hay cosas que allí se han visto / que nadie supo pintar;
las tendré que relatar / aunque con versos bichocos,
porque ya quedan muy pocos / que nos las pueden contar;todo sucede como antes, / hace más de cincuenta años.
Hay quienes creen que son engaños / hijos de la fantasía;
pero de noche y de día / pasan casos muy extraños. Dicen que en aquella chacra / daban muy bien de comer
y que nadie pudo ver / con sarna oveja ni vaca,
ni caballada flaca, / ni apero sin recoger.
En ese mismo lugar, / lo mismo que antiguamente,
se levantan de repente / casas, galpones, corrales;
y personas con animales / se ven de pie nuevamente.
En las siestas del verano / hay quien ha visto de lejos,
entre perdido reflejos / una granza voladora
que larga una trilladora / igual que en los tiempos viejos.
Se observan grandes pionadas / manejando las horquillas,
y se mueven las cuadrillas / allá en el fondo del lote
o se ven venir al trote / los carros con las gavillas.
Y a veces se ha visto alguno / de la gente que trabaja
que entre montones de paja / busca un lugar apartao
y sale medio apurao / manotiándose la faja.
Y a un muchacho de a caballo / cree haber distinguido
que va al galope tendido / esquivando algún abrojo,
y cruza por el rastrojo / llevando el mate cocido.
Y entre muchas otras cosas / que cuentan y no las nombro,
se ha visto con gran asombro / que se apura un cosedor,
o pasa un estibador / llevando una bolsa al hombro.
Y allá por el horizonte / se ve un montón de una era,
o pasar como en hilera / se ven chatas cargadas,
y las grandes caballadas / dejando la polvareda.
En donde jué la cocina, / en quietos anocheceres,
hablando de mil quehaceres / se escuchan conversaciones.
Toman mate los varones / y cocinan las mujeres.
Se oye el eco de una risa / pa´ festejar algún chiste,
y con alegría triste, / bajo las estrellas claras,
hay quienes han visto las caras / de gente que ya no existe.
o no falta el que reniega / con palabras que no digo
y hasta un linyera mendigo / se ve que despacio llega.
Se abren ciertas tranqueras, / salen trotiando los perros.
Hay sonidos de cencerros, / y en donde jué la herrería,
se oye el ruido todavía / de martillazos y fierros.
Y no es raro que en la sombra / el oído allí recoja
el crujido de una troja / que se llena hasta los topes,
y relinchos y galopes / o el sonar de una coscoja.
Se apuran los aradores / que de aventajarse tratan,
y asigún lo que relatan / por aquellos desplayaos,
salen y llegan araos / que se atan y desatan.
ponen las patas pa´ el cielo, / sobre el lomo se dan vuelta
y buscan la tierra suelta / pa´ revolcarse en el suelo.
Y es un solo movimiento / de pecheras y riendines,
y se escuchan los tintines / de frenos y de eslabones,
de argollas y mosquetones / de tiros y balancines.
Y en las noches tormentosas / si de pronto rejucila,
se ve el galpón de la esquila, / piones, tijeras, majadas
y van saliendo peladas / las ovejas en fila.
Y adonde estaba el corral / hay noches que están de yerra;
la manada allí se encierra / y al paso de una potranca,
el lujo de una payanca / la hace dar contra la tierra.
Y aprovechan pa´ hacer fuego / los güesos de una osamenta;
la marca allí se calienta, / que es como allá se acostumbra
y esa llamarada alumbra / a la paisanada contenta.
Ya los terneros el lazo / se le va hasta las paletas.
Allí no valen gambetas, / y se tira con aplomo,
de revés sobre el lomo, / con todas las gallaretas.
Cuando la yerra termina, / si alguno pide un barato
se le hace gusto al acto, / y después, se echan los potros
que se muentan algunos a otros / como pa´ pasar el rato.
Y en aquel enorme patio, / después de una señalada,
se sabe armar la tablada, / entre amigos sin coimero
en donde está el forastero / que cái como de pasada.
Se cuenta que no hace mucho / estuvieron de carniada.
Era una noche de helada / y aprovecharon el frío;
y entre carne y triperío / se hacía la choriciada.
Hay que dejar a los gringos / pa´ hacer faturas de chancho.
En un galpón muy ancho / se los véia trajinar,
pudiéndose divisar / cada jamón en su gancho.
Recortando pacetas / relumbraban las cuchillas,
al fuego de unas astillas / una olla dentro a hervir…
y hasta se pudo sentir / el olor de las morcillas.
Se dice que hace poco / estuvieron de junción.
Tal vez juera en ocasión / de algún final de cosecha
o tal vez juera la fecha, / del cumpleaños del patrón.
Se vieron junto al fuego, / entre brasas coloradas
las tiras de asao doradas, / corderos, pavos, lechones;
damajuanas y juentones / con pasteles y empanadas.
Y dicen que todo aquello / se pudo ver tan clarito,
que despertó el apetito / de los que en aquella noche
vieron tamaño derroche / de los manjares exquisitos.
Y un viejo a quien todo eso / le tocaba ser testigo
lo reconoció a un amigo / y dijo: “aquel es Pineda,
al que lo mató la rueda / de un carro cargao de trigo”.
Luego la luz de un farol / que colgaba en la cumbrera,
Bailando con la polvadera / se perdían las parejas
mientras daba con sus quejas / su compás de verdulera.
Un paisano de esos laos / en el boliche fue contando
que una noche peludiando / por ahí pasó sin querer
y dijo que pudo ver / a una mujer ordeñando.A una lechera mansita / vio que la habían mañao,
cuando pasó a su lao, / aunque era noche de bruma,
pudo divisar la espuma / del balde que había llenao.
Y cuando en aquel espacio / se hizo como un relumbrón,
lo vio de costao a un pión / que había carniao una oveja
junto a una máquina vieja / que estaba atrás del galpón.
Después con muchos patitos dijo que andaba una pata,
y en un charco de plata / iban hundiendo sus picos;
y jugaban unos chicos / sobre el piso de una chata.
Apareció la patrona / regando unas plantas finas,
la seguían unas gallinas / cuando, lejos de las casas
jué a ver una bataraza / echada entre las espinas.
Y venir en un picazo / de orejitas vivarachas,
luciendo blancas bombachas, / de vez en cuando lo ven
a un mozo que andaba bien / con una de las muchachas.
Se puede ver enseguida / una rubia que se asoma,
soportando la broma / de aquel quintero ladino
ella sale hasta el molino / cuando él baja de la loma.
Cuando sale el lucero / anunciando que amanece,
de a poco desaparece / toda aquella hechicería.
Se escucha entonces el ruido / de un trator que se adelanta.
Todo aquello se suplanta; / el modernismo se alvierte;
y presintiendo su suerte / la caballada se espanta.
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