jueves, 30 de octubre de 2014

AQUELLA CHACRA


por Luis Domingo Berho
          Interpretada por un gaucho en la sobremesa de un asado en la chacra de mi tío León.

 El sitio en el que jué esa chacra, / una de las más famosas,
         en las noches silenciosas, / según cuenta el vecindario,
         suele ser el escenario / donde pasan muchas cosas.
Hombres viejos de la zona / comentan que el chacarero
supo ser un extranjero, / gringo bastante gauchón,  
hombre de buen corazón, / pero enérgico y severo.

Hay cosas que allí se han visto / que nadie supo pintar;
las tendré que relatar / aunque con versos bichocos,
        porque ya quedan muy pocos / que nos las pueden contar;
        todo sucede como antes, / hace más de cincuenta años.

Hay quienes creen que son engaños / hijos de la fantasía;
         pero de noche y de día / pasan casos muy extraños. 
         Dicen que en aquella chacra / daban muy bien de comer
y que nadie pudo ver / con sarna oveja ni vaca,
ni caballada flaca, / ni apero sin recoger.

En ese mismo lugar, / lo mismo que antiguamente,
se levantan de repente / casas, galpones, corrales;
y personas con animales / se ven de pie nuevamente.
En las siestas del verano / hay quien ha visto de lejos,
entre perdido reflejos / una granza voladora
que larga una trilladora / igual que en los tiempos viejos.

Se observan grandes pionadas / manejando las horquillas,
y se mueven las cuadrillas / allá en el fondo del lote
o se ven venir al trote / los carros con las gavillas.
Y a veces se ha visto alguno / de la gente que trabaja
que entre montones de paja / busca un lugar apartao
y sale medio apurao / manotiándose la faja.
Y a un muchacho de a caballo / cree haber distinguido
que va al galope tendido / esquivando algún abrojo,
y cruza por el rastrojo / llevando el mate cocido.

Y entre muchas otras cosas / que cuentan y no las nombro,
se ha visto con gran asombro / que se apura un cosedor,
o pasa un estibador / llevando una bolsa al hombro.
Y allá por el horizonte / se ve un montón de una era,
o pasar como en hilera / se ven chatas cargadas,
y las grandes caballadas / dejando la polvareda. 

En donde jué la cocina, / en quietos anocheceres,
hablando de mil quehaceres / se escuchan conversaciones.
Toman mate los varones / y cocinan las mujeres.
Se oye el eco de una risa / pa´ festejar algún chiste,
y con alegría triste, / bajo las estrellas claras,
hay quienes han visto las caras / de gente que ya no existe.
        También se oye un rebencazo / que por ahí alguno pega;
o no falta el que reniega / con palabras que no digo
y hasta un linyera mendigo / se ve que despacio llega.
Se abren ciertas tranqueras, / salen trotiando los perros.
Hay sonidos de cencerros, / y en donde jué la herrería,
se oye el ruido todavía / de martillazos y fierros.

Y no es raro que en la sombra / el oído allí recoja
el crujido de una troja / que se llena hasta los topes,
y relinchos y galopes / o el sonar de una coscoja.
Se apuran los aradores / que de aventajarse tratan,
y asigún lo que relatan / por aquellos desplayaos,
salen y llegan araos / que se atan y desatan.
        Y los caballos que largan / teniendo sudao el pelo,
ponen las patas pa´ el cielo, / sobre el lomo se dan vuelta
y buscan la tierra suelta / pa´ revolcarse en el suelo.
Y es un solo movimiento / de pecheras y riendines,
y se escuchan los tintines / de frenos y de eslabones,
de argollas y mosquetones / de tiros y balancines.
Y en las noches tormentosas / si de pronto rejucila,
se ve el galpón de la esquila, / piones, tijeras, majadas
y van saliendo peladas / las ovejas en fila.
Y adonde estaba el corral / hay noches que están de yerra;
la manada allí se encierra / y al paso de una potranca,
el lujo de una payanca / la hace dar contra la tierra.
Y aprovechan pa´ hacer fuego / los güesos de una osamenta;
la marca allí se calienta, / que es como allá se acostumbra
y esa llamarada alumbra / a la paisanada contenta.
Ya los terneros el lazo / se le va hasta las paletas.
Allí no valen gambetas, / y se tira con aplomo,
de revés sobre el lomo, / con todas las gallaretas.
Cuando la yerra termina, / si alguno pide un barato
se le hace gusto al acto, / y después, se echan los potros
que se muentan algunos a otros / como pa´ pasar el rato.
Y en aquel enorme patio, / después de una señalada,
se sabe armar la tablada, / entre amigos sin coimero
en donde está el forastero / que cái como de pasada.
Se cuenta que no hace mucho / estuvieron de carniada.
Era una noche de helada / y aprovecharon el frío;
y entre carne y triperío / se hacía la choriciada.
Hay que dejar a los gringos / pa´ hacer faturas de chancho.
En un galpón muy ancho / se los véia trajinar,
pudiéndose divisar / cada jamón en su gancho.

Recortando pacetas / relumbraban las cuchillas,
al fuego de unas astillas / una olla dentro a hervir…
y hasta se pudo sentir / el olor de las morcillas.
Se dice que hace poco / estuvieron de junción.
Tal vez juera en ocasión / de algún final de cosecha
o tal vez juera la fecha, / del cumpleaños del patrón.

Se vieron junto al fuego, / entre brasas coloradas
las tiras de asao doradas, / corderos, pavos, lechones;
damajuanas y juentones / con pasteles y empanadas.
Y dicen que todo aquello / se pudo ver tan clarito,
que despertó el apetito / de los que en aquella noche
vieron tamaño derroche / de los manjares exquisitos.
Y un viejo a quien todo eso / le tocaba ser testigo
lo reconoció a un amigo / y dijo: “aquel es Pineda,
al que lo mató la rueda / de un carro cargao de trigo”.
Luego la luz de un farol / que colgaba en la cumbrera,
Bailando con la polvadera / se perdían las parejas
mientras daba con sus quejas / su compás de verdulera.

        Un paisano de esos laos / en el boliche fue contando
que una noche peludiando / por ahí pasó sin querer
         y dijo que pudo ver / a una mujer ordeñando.
        A una lechera mansita / vio que la habían mañao,
        cuando pasó a su lao, / aunque era noche de bruma,
        pudo divisar la espuma / del balde que había llenao.

       Y cuando en aquel espacio / se hizo como un relumbrón,
       lo vio de costao a un pión / que había carniao una oveja
       junto a una máquina vieja / que estaba atrás del galpón.
       Después con muchos patitos dijo que andaba una pata,
       y en un charco de plata / iban hundiendo sus picos;
       y jugaban unos chicos / sobre el piso de una chata.

       Apareció la patrona / regando unas plantas finas,
       la seguían unas gallinas / cuando, lejos de las casas
       jué a ver una bataraza / echada entre las espinas.
      Y venir en un picazo / de orejitas vivarachas,
       luciendo blancas bombachas, / de vez en cuando lo ven
      a un mozo que andaba bien / con una de las muchachas.

      Se puede ver enseguida / una rubia que se asoma,
      soportando la broma / de aquel quintero ladino
      ella sale hasta el molino / cuando él baja de la loma.
      Cuando sale el lucero / anunciando que amanece,
      de a poco desaparece / toda aquella hechicería.

      Se escucha entonces el ruido / de un trator que se adelanta.
      Todo aquello se suplanta; / el modernismo se alvierte;
      y presintiendo su suerte / la caballada se espanta.

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