jueves, 30 de octubre de 2014

POETA FRUSTRADO


Mis padres adquirieron libros de Constancio Vigil para estimularnos, a mi hermano (un año mayor) y a mí, el hábito de la lectura desde temprana edad. 
La escuela de mi pueblo tenía un centenar de libros. Mi maestra me sugirió leer La Cabaña del Tío Tom. Mis lágrimas mojaran sus páginas. Y siguiendo la sugerencia de mi maestra seguí con Robinson Crusoe, La Isla del Tesoro. Las obras de Emilio Salgari y de Julio Verne me hicieron protagonista de sus aventuras.  
El regalo de cumpleaños de mis once años mis padres me sorprendieron con veinte tomos de El Tesoro de la Juventud. Esa era la mejor obra para niños y adolescentes. Su variada temática fue una puerta de entrada a un mundo de conocimientos: países exóticos, narraciones interesantes, fábulas y mucha poesía. 
Esa magnífica obra no logró apartarme de la nutrida biblioteca de mis padres en las que había clásicos de la literatura y de temas diversos. Me atrajeron los libretos de obras de teatro, sainetes, y la literatura gauchesca, etc. 
Entre ellos dí con un libro de curiosidades literarias. Narro algunas.  
El académico, habla para sí mismo, en voz alta. Lo oye su esposa. 
   - ¡Qué raro! En este diccionario de la lengua castellana no está la definición de fosa nasal.
Su mujerde cultura muy en mengua, le dice muy feliz:
 - ¡Este diccionario es de la lengua, tienes que buscarlo en el de la nariz!
  
Otra de las curiosidades decía:
  - Padre, aré lo que pude…
  - No puedes decir haré lo que pude, es gramaticalmente incorrecto.
  - Aré lo que pude porque se rompió el arado. 

Una frase capicúa (políndromo): EL ABAD ARROZ A LA ZORRA DÁBALE. 

 Aprendí de memoria versos de Héctor Gagliardi. Me pegó fuerte "El Sapito".       
         
          El Sapito              
         
          El Segundo Adelantado / fue… don Pedro de Mendoza…
          lo dijo con voz gangosa / el “Sapito· abatatado…
          yo, que me había agachado / para poderle “soplar”…
          la maestra entró a gritar: / - ¡Ese niño bien sentado!

          Ya estaba arañando el cero / por no saber la lección…
          cuando su tabla de salvación / fue la entrada del portero
          que, con la maestra primero, / no sé qué habló despacito
          y se fue con el “Sapito”, / que salió más que ligero.

          Yo no sé lo que pasaba… / La maestra nos miró…
          … al rato, tosió / con algo que la ahogaba…
          en silencio se sacaba / las “mentiras” de sus dedos.
          ¡Y para colmo el recreo, / como nunca demoraba!

          Después habló suavecito, / ella que siempre gritaba,
          nos dijo que lamentaba / que a nuestro compañerito
          el Destino maldito / lo castigó con crueldad…
          ¡Había muerto la mamá / de Luis Otero, “el Sapito”!

          Como luz pensé en la mía / que siempre me reprochaba,
          que a disgustos la mataba… / de que en la calle vivía…
          ¡Yo en casa me aburría!.../ ¡No tenía con quien jugar!...
          pero… ¿podía preguntar / hasta dónde la quería!

          Aprendimos a escribir / y a copiarnos en pareja…
          Y ahora él se quedaba sin “vieja”… / ¡Cómo habría de sufrir!
          Le iba dar a elegir / la bolita que quisiera…
          aunque fuese “la lechera” / que era todo para mí!…

          Al salir, con el “pelado”, / nos fuimos de una escapada.
          Contra la puerta entornada / vi a uno de negro parado…
          ¡Me quedé amargado! / ¡Yo, al Sapito, lo quería!
          ¡Siempre juntos desde el día / que fuimos a primer grado!

          Para mi casa disparé / sin pasar por la “cortada”.
          Cuando mi vieja atareada / me iba a servir el café,
          del batón la agarré… / y aunque la hice llorar,
          con furia la entré a besar, / ¡como nunca la besé!

Leí muchas poesías en El Tesoro de la Juventud y aprendí algunas de las Rimas de Béquer y poemas de Amado Nervo y Paul Geraldy. Me llamaba la atención las letras de tango y el poder de síntesis de las mismas. En dos minutos narraban una historia de vida que, de ser publicada como novela, sería un libraco de más de 500 páginas.  La petulancia de mis once años me hicieron creer capaz de escribir poesías. Tuve la audacia de dedicarle un acróstico a mi madre: ROSITA.

                                    ecorriendo la pradera
                                   lorosa y perfumada
                                   entí en mis manos
                                   rsutas espinas clavadas…
                                   T uve que dejarlas herirme
                                   l ver que en tu nombre estaban. 

Gracias hijo, es un lindo verso pero cometiste un err…
- ¡Mamita! ¡No es un verso, es un acróstico! -la interrumpí-  Leélo en vertical, las primeras letras de cada línea forman tu nombre.
- ¡Cierto!... dice Rosita. Pero hirsuta se escribe con hache.
¡¡¡Quééé!!! -yo era el mejor del grado en ortografía. (La única materia en la que era bueno). Una prima de mi madre, que estaba de paseo en casa, intentó consolarme:
Un error ortográfico arruinó tu acróstico.  Hiciste lo que se denomina poesía libre, que no tiene medida ni rima. Después te explico lo referente a rimas por terminación, rimas por acentuación con determinada cantidad de sílabas por línea. 
  - ¡No me interesa! Ya no escribiré más poesías. Este fué mi último intento.

      * * *                                                     oscarpascaner.blogspot.com   

El circo criollo 

       Mis hermanos y yo concurrimos con nuestros padres a los circos que se asentaban en nuestro pueblo. Conservo maravillosos recuerdos de ellos.
       Esos circos, medianos o chicos, con o sin animales, llevaron la cultura del teatro criollo a los más recónditos pueblos del interior del país.  
       Iniciaban su actuación con payasos, trapecistas, animales adiestrados, malabaristas, tiracuchillos, equilibristas, etc. Como cierre representaban una obra gauchesca: Juan Moreira, Hormiga Negra, El Fausto Criollo, Los Mirasoles.

       Cuenta Arturo Jauretche, en “Pantalones cortos” que a un circo itinerante le faltaba un actor para completar el elenco teatral. Los habitantes del pueblo les recomendaron un personaje local que tenía condiciones actorales.
       El ensayo demostró que haría bien el papel del milico que intentaría detener a Hormiga Negra.
       La noticia de la contratación de ese personaje corrió de boca en bocLa noche del debut se colmó la capacidad de la carpa. El público tenía interés en ver cómo se desempeñaba el aficionado local.
       El espectáculo comenzó con los consabidos números circenses.
       El público aguardaba expectante la presentación de la obra teatral.
       Al levantarse el telón se vio el salón de una pulpería en el que unos parroquianos tomaban sus copas junto al mostrador, otros jugaban a los naipes. El crédito local apareció con uniforme de policía portando un largo sable. Plantándose ante el gaucho matrero Hormiga Negra, le dijo con voz autoritaria:  
Por orden del Comisario, debe acompañarme a la comisaría.
       Hormiga Negra enrolló el poncho en su brazo, empuñó su  facón y le dijo:  
-         - Lléveme… si puede.
-                   El milico extrajo de la vaina el sable y avanzó hacia Hormiga Negra. Se entabló una lucha a sable y cuchillo. El público comenzó a alentar al crédito local vitoreando su nombre. Éste, envalentonado por el estímulo, desestimó el libreto que indicaba: “el milico termina apuñalado por Hormiga Negra” y entró a castigarlo duramente con sablazos a las costillas. El desgraciado actor circense que hacía el papel de Hormiga Negra, quedó tendido en el suelo malogrando la prosecución de la obra.

                                                                  * * *


       El término lunfardo “cocoliche” surgió en el circo de los Podestá.
       Eduardo Parise lo cuenta en un artículo publicado en Clarín
       “José Podestá, en sus memorias tituladas Medio siglo de farándula, dice que aquella definición surgió por el nombre de un trabajador calabrés integrante de su histórica y famosa compañía teatral. Ese hombre, Antonio Cuculiccio, hablaba en argentano, una cruza tan rara como el spanglish que hablan muchos latinos en los Estados Unidos.
       Celestino Petray, actor del equipo de Podestá, empezó a imitarlo y creó el personaje de un italiano acriollado. Un día, frente al público, improvisó una frase que generó carcajadas. Uno de los Podestá le preguntó
 ¿Cómo le va amigo cocoliche, de dónde sale tan empilchado? -Petray, que montaba un caballo criollo, contestó
  Vengue de la Petegonia con este perejiere macanuto. -Después, para reafirmar su condición de criollo, agregó- Me quiamo Francesco Cocoliche e sogo cregollo hasta lo güese de la taba e la canilla de lo caracuse.
       Lejos estaba de imaginar que acababa de crear una palabra que definiría esa forma de hablar que, años más tarde sería incorporada al prestigioso Diccionario de la Real Academia definiéndola: “Jerga híbrida que hablan ciertos inmigrantes italianos mezclando su habla con el español”.
       El personaje del circo de los Podestá y el cocoliche se perdieron en la niebla del tiempo. Ya casi no se usa esa jerga, salvo en alguna reposición de los sainetes que dejó Alberto Vacarezza”.

                                                                * * *

1 comentario:

  1. Veo que hemos compartido placeres literarios en la época de la niñez!
    Mis hermanos y yo tuvimos el Tesoro de la Juventud. Hace poco uno de mis hermanos mandó la colección completa a restaurar y ahí la tiene orgullosamente en su biblioteca para sus nietos.

    Comencé mi carrera de lectora (que aún no termina) a muy temprana edad y también con La cabaña del tío Tom, Robinson Crusoe, La isla del Tesoro, Los viajes de Gulliver (regalo de mi padre en un año académico de mi niñez que terminé muy brillantemente) y Jane Eyre (de una de las hermanas Brönte) que me gané en un concurso escolar de ortografía.

    Qué tiempos aquellos, verdad Sr Oscar!!! Es posible que como yo, adore las bibliotecas.
    Si no estoy mal, el padre de Bernardo trabajó en una biblioteca. O me lo acabo de inventar?

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