jueves, 30 de octubre de 2014

CUADRO DE LA PAMPA ARGENTINA


                                                      Poesía recitada por uno de los gauchos, con fondo de milonga
                                                            campera, la noche del asado en la chacra de mis tíos.

          La brisita matinal / llena de aroma el ambiente
         y acaricia blandamente / al húmedo pastizal,         
         serpea entre el fachinal, / que luce penachos blancos
         y se pierde por los flancos / de la lejana cuchilla,
         con hálitos de gramilla / y flores de los barrancos.

El té pampa, el mío mío, / y los tréboles de olor
         lucen más el esplendor / de su vistoso atavío
porque el nítido rocío / que hay entre sus hojas cuajado,
en aquel manto bordado, / de agrestes flores fragantes,
        toma tintes de diamantes / que la Natura ha incrustado.

Posado canta el zorzal / sobre la rama desnuda
de un chañar, y es que saluda / a la aurora matinal;
y aquel sonoro raudal / de cadenciosa armonía,
tiene notas de alegría / que regocijan con calma,
y otras inundan el alma / de inmensa melancolía.
El sol sus rayos primeros / vierte desde el horizonte,
y ya se oyen en el monte / los trinos de los horneros,  
grupos de loros perleros / en confusa algarabía,
ensordecen la armonía / y las cadencias más suaves, 
de los trinos de otras aves / que elevan himnos al día.
En la laguna florecen / los tupidos camalotes, 
asemejándose a islotes / que suave las aguas mecen,
y las riberas parecen / los sauces de verdes frondas,  
de luengas cabelleras blondas / inclinadas de ex profeso,
para adormecerse en el beso / de las cariñosas ondas.  
Un arroyo se desliza / atravesando la falda,
y bañando la esmeralda / que a la llanura matiza; 
a su paso sublimiza / los vastos campos que quiebra, 
y aquella líquida hebra / en donde el sol se refleja, 
en la pampa se asemeja / a una larga y blanca culebra.
Y cuando ya el sol ardiente / baña la Pampa Argentina, 
y la llanura cancina / elevándose en oriente,
su fulgor resplandeciente, / dora de la loma la cresta,
y allá en la lejana cuesta / se divisa una majada
que está inmóvil y apiñada / como durmiendo la siesta.
Sobre la verde ladera, / como abandonado nido,
se ve el armazón derruido / de una lúgubre tapera;
donde una lechuza agorera / sobre ella un gemido exhala, 
y cuando la agreste / cubre el nocturno capuz, 
asciende de allí una luz / que es la histórica luz mala.

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