por Yamandú Rodríguez
Poesía interpretada por uno de los gauchos que participó en la cosecha de la chacra de mi tío León.
Falta el aire y sobran moscas / este domingo de Enero.
El sol fríe las chicharras… / duerme un matungo azulejo…
Algunos pollos con calor, / están de picos abiertos
en los charquitos de sombra, / parecen estarla bebiendo.
Por los caminos calientes / pasa la siesta a tranco lerdo.
Ojos azules de cardo / curiosean desde lejos
y asoman por las goteras, / ojos azules de cielo…
¡Todo es dulce de tan pobre!
Frente al rancho de la pulpería, / que anda con los cuatro codos
deshilachados de tiempo, / subasta un rematador
las pilchas de un criollo viejo.
Hay muchos interesados; / son vecinos todos ellos,
muchachos que hasta hace poco, / le llamaban “el agûelo”.
Recostao en un palenque, / los mira tristón el viejo;
han ido a comprar barato / cosas que no tienen precio…
y piensa con amargura: / ¡Ya no da criollos el tiempo!
- ¿Qué vale este par de espuelas? / -y las rodajas de fierro,
son como dos lagrimones / que lloran por su dueño;
con ellas salió a ganar, / hace muchos inviernos,
la novia en un bagual blanco, / la vida en un bagual negro.
Los mozos suben la oferta: / - “Doy diez, quince, veinte pesos”.
Disputan como caranchos / el corazón del agûelo.
Al escucharlos, / se pone rojo de vergüenza el ceibo.
- Son suyas las nazarenas / -dice a uno el martillero.
Le han vendido las lloronas / hoy, por desgracia, hoy tan luego
que en el palenque, la vida / le ató su bagual más negro…
y piensa con amargura / - ¡Ya no da criollos el tiempo!
Sacan a la venta un poncho / donde garúan los flecos
para mojarle los ojos / al que lo lleve puesto;
tiene la boca zurcida / y lo gastó tanto el viento,
que al trasluz del calamaco / se ve la historia del dueño…
guampas, chuzas y facones / lo cribaron de agujeros…
pero su filosofía, / siempre le puso remiendos;
de día con un celeste; / de noche, con un lucero.
- ¡Yo pago por esa pilcha / toda la plata que tengo!
- ¡Subo una onza la oferta!
- ¡Si no hay quien dé más, la quemo!
Entonces cae el martillo / en lo duro del silencio…
Un joven se lleva el poncho; / y allí cerca, el gaucho viejo,
está temblando de frío / en una tarde de enero
y piensa con amargura / ¡Ya no da criollos el tiempo!
Así pierde en la bajada, / lo que ganó en el repecho.
Una a una las ovejas; / pilcha por pilcha; el apero…
Quisiera salvar del lote / su mancarrón azulejo
pa´ que lo agarre la noche / en su caballo estrellero;
no tiene más que uno… / ¡Y ese se lo quema el martillero!
Así termina el remate. / Cobró su cuenta el pulpero.
¡Aura si!...Al verlo de a pie, / tan amargao, tan desecho,
todos los rumbos arrollan / los lazos de los senderos,
y son cuatro pialadores / que están esperando al viejo;
en cuanto quiera salir, / lo van a dar contra el suelo.
Entonces, aquello mozos, / se acercan a defenderlo
y el más ladino le dice / ante temblón y risueño:
- Todos compramos sus pilchas, / pa´ salvárselas agûelo.
- Aquí tiene sus espuelas…
- Aquí tiene su azulejo…
Uno le trae en sus brazos / igual que a un niño, el apero,
y otro le entibia las manos / con aquel poncho de flecos…
porque sigue dando criollos, / ¡Muy lindos criollos, el tiempo!
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