jueves, 30 de octubre de 2014

LEONCITO

En marzo de 1910 Benjamín Gregorio Pascaner, de 34 años de edad, maestro de su escuela particular en el pueblito de Mansilla, y su esposa Fanny, de la misma edad,  aguardaban el nacimiento de otro niño. Ya tenían trehijos: Leonardo (Leoncito) de 9 años, Juanita de 4 y Aída de 2. Pascaner le solicitó a sus padres, agricultores en Colonia Espíndola, ubicada en una paraje a 20 kilómetros del departamento Villaguay a 10 kilómetros de la Estación Clara del Ferrocarril  Entre Ríos, que asistan a su esposa en el trance de traer otro hijo al mundo en un pueblo sin médico ni partera. 
Los padres de Benjamín Gregorio, tomaron el tren en estación Clara y cinco horas después, mediante dos cambios de trenes, llegaron a la Estación Mansilla. 
Se extrañaron de que su hijo no hubiera venido a esperarlos. Se les acercó el Jefe de Estación y les preguntó si eran los padres del maestro Pascaner. Le respondieron afirmativamente. Entonces el Jefe les dijo que mientras conversaba con él se sintió descompuesto y unos vecinos lo trasladaron a  la botica, indicándoles donde estaba. Al llegar al almacén y botica le preguntaron al propietario por el maestro Pascaner y éste les informó que el maestro Pascaner había fallecido. 
Imagino la congoja y el desconcierto de esos padres al recibir tan tremenda noticia. 
Al encontrarse con la nuera no pudieron disimular su dolor y le contaron sollozando la tremenda noticia. Ese drama ocasionó un desmayo en Fanny y al recuperarse sufrió reiterados soponcios que pusieron en riesgo su vida. 
Ese pequeño poblado no tenía médico y el más cercano se encontraba en una ciudad distante y los trenes no tenían la frecuencia como para ir en busca de un doctor y que éste aceptara a viajar y permanecer ausente durante muchas horas. 
Es probable que los soponcios sufridos por la señora Fanny fueran la causa por la que el niño nació, días después con problemas cardiorrespiratorios. 
Decidieron que debían llevarlo al Hospital de Niños de la Capital Federal.
La sufriente madre viajó con el recién nacido y sus dos hijitas. Su amado Leoncito quedó al cuidado de los abuelos paternos.
Sumidos en inconsolable dolor regresaron con el niño a la Colonia Espíndola.    
La escuelita de esa colonia sólo tenía 1° y 2° grado, y Leoncito ya había comenzado a cursar tercer grado en la escuela de su padre. 
Su abuelo, decidido a que el niño continúe sus estudios expuso esa situación ante el propietario del almacén e el que realizaba sus compras en el pueblo llamado Clara, donde la escuela tenía hasta tercer grado, nivel completo de instrucción para esa época. Después de una larga conversación con el propietario del comercio y su esposa, dijeron:  
- Lo alojaremos y seremos sus tutores a cambio de que trabaje en el almacén.
Resuelto el tema de la continuidad del estudio y la tutoría de su nieto, su abuelo lo lo presentó ante sus tutores y el señor Moisés Ulfhon, que sería su maestro.
Por las noches, acostado en el duro mostrador que le asignaron como lecho, Leoncito lloraba la muerte de su padre y la ausencia de su madre y hermanitas.
En la escuela, su maestro, el bondadoso Moisés Ulfhon, le brindaba contención y afecto permitíéndole permanecer a su lado durante los recreos.
Para mitigar la pena que agobiaba al niño, ese buen maestro tuvo la feliz idea de entregarle una maceta con un arbolito: 
- Te encomiendo la tarea de cuidarlo hasta verlo convertido en un espléndido árbol. Para ese entonces serás un joven formal y culto porque después de terminar la enseñanza elemental te facilitaré libros para que amplíes tus conocimientos. Los  autodidactas se instruyen por sí mismo. Si eres un autodidacta serás un joven con cultura general, y eso abre las puertas del éxito. Cuida este arbolito con la misma pasión con la pongas en capacitarte en cultura general y yo tendré la enorme dicha de ver a dos espléndidos ejemplares de vida. Prométeme esmerarte para lograrlo.
  - Se lo prometo, mi padre y usted son ejemplos de lo que quiero llegar a ser. 
Al concluir el ciclo de enseñanza elemental, el señor Ulfhon le facilitó libros que lo estimularon a ampliar sus conocimientos.
(Esa etapa de la infancia de mi padre me la narró el señor Moisés Ulfhon, el maestro de mi padre. Ya retirado de la docencia se instaló en Villa Domínguez, mi pueblo natal, con un comercio de venta de útiles escolares.)  

Leoncito tenía 12 años cuando comenzó a trabajar como mensajero en Estación Clara del Ferrocarril Entre Ríos. Aprendió el código Morse, a manipular el telégrafo y las tareas concernientes a ese trabajo. En sus horas libres continuaba leyendo los libros que le facilitaba su buen ex maestro. 
Por su dedicación al trabajo ganó ascensos en su trabajo.
Con los pasajes gratuitos que le otorgaba el Ferrocarril para viajar a Buenos Aires a visitar a su madre y hermanitas que vivían en la casa de la hermana de su madre.  
El hermanito permaneció internado hasta su fallecimiento a los cinco años de edad.
Al enrolarse Leoncito, solicitó le agreguen Gregorio como segundo nombre; así se llamaba su padre. Conforme a ese pedido, su libreta de enrolamiento se extendió  con el nombre de Leonardo Gregorio Pascaner.  
La oficina de Personal del Ferrocarril le propusieron el cargo de “relevante”.
Cumplió esa función durante siete años trasladándose de una estación a otra,  llevando siempre consigo el obsequio de su maestro, quien junto a la memoria de su padre, pasaron a ser sus “ejemplos de vida”. Al regar su brachichito, al cambiarlo su maceta por una más grande, evocaba las palabras de su maestro: “Quiero que tú y este arbolito se conviertan en dos espléndidos ejemplares de vida”.          
Los conocimientos adquiridos en su trabajo en el ferrocarril y sus dotes personales hicieron que las autoridades del Ferrocarril Entre Ríos lo nombren Jefe de Estación Gobernador Domínguez cuando contaba 24 años de edad.
Convencido de que ese "sería su lugar en el mundo", trasplantó el emblemático arbolito al patio de la vivienda adosada a la estación, asignada para el Jefe.            
Muy cerca de allí, en la Colonia San Gregorio, vivía un hermano de su madre, su tío Salomón Niemitz, donde era agricultor. Se había casado con Perla Moscovich y tenían seis hijos: Bernardo*, Adela, Leonardo, Sarita y Fanny. Los tres mayores con poca diferencia de su edad. El trato frecuente con ellos afianzó los lazos afectivos.     Además se ganó muchas amistades entre la buena gente del pueblo.
En marzo de 1927, en una fiesta de casamiento conoció a una joven de la que se enamoró. Se casaron el 15 de septiembre de ese mismo año. El 19 de agosto de 1928 nació Guillermo, el 28 de agosto de 1929 nací yo, Oscar; y el 31 de octubre de 1933, María Juanita.
Entiendo que conformamos una buena familia, que nos dispensamos mutuo cariño, en la que mis hermanos y yo poseemos los elevados valores morales inculcados por nuestros padres. 
Bernardo Niemitz, el primo hermano de mi padre, hombre cultísimo, veterinario en el frigorífico Liebig,  y su culta y linda esposa Lucy, con su hijo Abel, solían llegar a nuestra casa al atardecer de los 24 de diciembre para celebrar la Noche Buena como símbolo de noche de paz, sin su carácter religioso. Sus charlas interesantes, amenas se prolongaban por horas.Eso hacía que mi madre preparara las camas como para que se quedan a pasar el resto de la noche. Su permanencia se prolongaba hasta después del almuerzo de Navidad, luego proseguían viaje para visitar a sus padres. 
La familia del primo hermano de mi padre  y los integrantes de nuestra familia (laicos arreligiosos) brindábamos por la paz. 

2 comentarios:

  1. Cordial saludo.
    Es usted pariente del sr Bernardo Pascaner de Paraná?
    Gracias por su respuesta

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  2. Mil gracias, señor Oscar, por su respuesta.
    Creía que el padre del Sr Bernardo Pascaner se llamaba Benjamín y estaba casado con una dama de nombre Clara.
    Un cariñoso saludo desde Colombia

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