Poesía recitada por uno de los gauchos que participó en la cosecha en la chacra de mi tío León, en ocasión del asado de despedida.
¿ Te acordás el día que llegaste al pago
seguido de cerca por una partida
que ya los talones te traiba pisando?
Llegaste a mi casa buscando risguardo,
y dende aquel día, que ya va pa´ un año,
lo mesmo que a un hijo te estuve cuidando.
seguido de cerca por una partida
que ya los talones te traiba pisando?
Llegaste a mi casa buscando risguardo,
y dende aquel día, que ya va pa´ un año,
lo mesmo que a un hijo te estuve cuidando.
Te entregué sin recelos mi mano de gaucho
y por eso nomás, jué que al tiempito
ya eras como dueño de todo mi rancho.
Jué tuyo mi apero, tuyo mi caballo,
tuya jué mi yerba, tuyo mi tabaco,
y hasta eso, que debe ser algo sagrado
pa un hombre que tiene concencia,
también me lo estabas quitando.
y por eso nomás, jué que al tiempito
ya eras como dueño de todo mi rancho.
Jué tuyo mi apero, tuyo mi caballo,
tuya jué mi yerba, tuyo mi tabaco,
y hasta eso, que debe ser algo sagrado
pa un hombre que tiene concencia,
también me lo estabas quitando.
Ayer de mañana, no juí pa´l poblao como te pensabas.
Pegué una güeltita, até mi matungo detrás de unos talas
y sin hacer ruido, como una culebra, me vine a la rastra…
¡Estabas juntito a mi china! Sentí que le hablabas:
- Dejalo a ese viejo sotreta, venite conmigo chinita del alma.
Me dirás si no tengo razones
pa matarte sin asco ni nada,
lo mismo que a un perro dañino
que viene ronciando las casas,
pero yo soy cristiano y compriendo
como naides las cosas humanas:
ella es moza, muy moza entuavía
pa´ estar con un hombre
blanquedao de canas.
Y por eso, ¡entendelo!... por eso,
es que yo mesmo te digo: ¡llevala!
Eso si, no pensés ni entre sueños
que de maula te entrego a mi china
porque quiero demostrarte áura mesmo
con qué juego me voy a baraja.
Sacá tu cuchillo y atate bien la faja,
no sea que en una embestida
te haga perder las bombachas.
Pegué una güeltita, até mi matungo detrás de unos talas
y sin hacer ruido, como una culebra, me vine a la rastra…
¡Estabas juntito a mi china! Sentí que le hablabas:
- Dejalo a ese viejo sotreta, venite conmigo chinita del alma.
Me dirás si no tengo razones
pa matarte sin asco ni nada,
lo mismo que a un perro dañino
que viene ronciando las casas,
pero yo soy cristiano y compriendo
como naides las cosas humanas:
ella es moza, muy moza entuavía
pa´ estar con un hombre
blanquedao de canas.
Y por eso, ¡entendelo!... por eso,
es que yo mesmo te digo: ¡llevala!
Eso si, no pensés ni entre sueños
que de maula te entrego a mi china
porque quiero demostrarte áura mesmo
con qué juego me voy a baraja.
Sacá tu cuchillo y atate bien la faja,
no sea que en una embestida
te haga perder las bombachas.
Momentos más tarde se cruzan las armas
y en tanto se miran con fijeza de águilas,
el viejo le advierte:
- Abrí bien los ojos pa´ ver esta carta,
que es la más flojita que tengo en las casas.
Y diciendo esto, como si jugara,
le amagó de punta, le bajó la guardia,
y al primer planazo, le cruzó la cara.
- Aura sí. ¡Aura, llevátela!
y en tanto se miran con fijeza de águilas,
el viejo le advierte:
- Abrí bien los ojos pa´ ver esta carta,
que es la más flojita que tengo en las casas.
Y diciendo esto, como si jugara,
le amagó de punta, le bajó la guardia,
y al primer planazo, le cruzó la cara.
- Aura sí. ¡Aura, llevátela!
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